EL INESPERADO DEVENIR
DE UNA HISTORIA DE ÉXITO: PROMÉXICO
Por: Luis Alberto
Celis Mejía*
Este
año comenzó con importantes cambios en la Administración Pública Federal. Uno
de ellos fue el anuncio del cierre de ProMéxico, la agencia gubernamental
mexicana encargada de la promoción del comercio exterior y la atracción
inversión extranjera directa a México, así como de la internacionalización de
empresas mexicanas en el extranjero.
La
historia del México contemporáneo nos demandará –a posteriori– explicar y recordar qué fue ProMéxico, sus logros,
sus virtudes, sus aciertos, y sus fallas. Sirvan estas líneas para ello, así
como para hacer un bien merecido recordatorio y, ¿por qué no?, un homenaje a
quienes en algún momento formaron parte de esa institución que, si la memoria
es justa y el juicio objetivo, con todo y sus múltiples áreas de oportunidad,
podrá recordarse como una de las instituciones de la Administración Pública
Federal mejor concebidas, diseñadas y ejecutadas.
En
un acierto político-económico estratégico, ProMéxico se creó durante 2007 bajo
la figura de un fideicomiso público sectorizado a la Secretaría de Economía
mexicana, cuya misión sería lograr incrementar los niveles de comercio e
inversión a cifras jamás antes vistas en nuestro país. La misión fue exitosa al
poco tiempo de su génesis[1]
(para 2013 se habían generado alrededor de 300 proyectos de alto impacto, habían
llegado más de 50 mil millones de dólares de inversión extranjera directa a nuestro
país y se contribuyó a generar cerca de 60 mil empleos altamente calificados) pero,
a once años de su creación, se determinó que debía desparecer. Cualquier
decisión puede ser cuestionable, pero hay decisiones más cuestionables que
otras; este es el caso la decisión que determinó cerrar ProMéxico.
Resulta
especialmente complejo reunir tantas historias de éxito en una sola crónica, aunque,
a decir verdad, era un ejercicio que había procrastinado. Comienzo por confesar
que, aunque había escuchado de la existencia de ProMéxico, no fue sino hasta
finales de 2008 cuando tuve mi primer acercamiento con su labor durante una
exposición en clase de uno de mis alumnos de Negocios Internacionales. Tiempo
después, un azaroso derrotero del destino me llevó a trabajar allí.
En
2009, mediante una inusual –y afortunada– práctica de reclutamiento
gubernamental, recibí por correo electrónico un mensaje de la Oficina de
ProMéxico en Madrid –ciudad en donde cursaba el doctorado en Derecho
Internacional y Relaciones Internacionales–, en búsqueda de personal para
incorporarse a sus filas. En ese mismo año, comencé a colaborar en calidad de
voluntario en esa institución, a la que entonces –por ignorancia generalizada
hacia las instituciones de gobierno– le tenía poca fe. Mi experiencia
burocrática era más bien incipiente, pues únicamente había tenido oportunidad
de trabajar a un par de años en PEMEX, institución en donde “la grilla” era más
un modus vivendi que un modus operandi. Para mi sorpresa, al
poco tiempo esa poca fe hacia ProMéxico se convirtió en entusiasmo y lealtad
institucional –rápidamente la institución lograba que su personal “se pusiera
la camiseta”–, pues bastaron menos de 90 días para darme cuenta de que
ProMéxico se salía del modelo burocrático-gubernamental, y del privilegio que
suponía la tarea de hablar bien de mi país y difundir las actividades
económicas destacables de México.
En
manos de ProMéxico se encontraba la digna y alta responsabilidad de mostrarle
al mundo la otra cara de la moneda sobre un México que –aunque se nos olvida
con facilidad– también existe: el México moderno, el México de lo bien hecho,
el México desarrollado, el México de gente trabajadora y orgullosa de su país,
el México que todos queremos ver. Ese México de Denise Dresser que en El País de Uno[2]
nos recuerda que “frente a las razones para perder la fe, están todas las
razones para recuperarla”. Ese también era el México de ProMéxico, que se
empeñó en vender impecablemente la imagen del país y sus ventajas competitivas.
Era el encargado de dar las buenas noticias de un México que para el mundo daba
más malas notas que buenas.
La
entonces Directora de ProMéxico España me brindó la oportunidad de colaborar
por más de medio año allí y de aprender de una excepcional conducción de
diplomacia pública y económica. La bien lograda revista Negocios, distribuida por ProMéxico y con alance global, fue mi
manual de estudio por varios meses y el equipo de esa oficina fue mi mentor por
excelencia.
Posteriormente
me incorporaría a un noble y admirable ejercicio de ingreso a ProMéxico: el
programa de Practicantes en Negocios Internacionales 2010. Pese a mi formación
jurídica, fui aceptado –junto con 30 brillantes colegas que luego harían de sus
vidas auténticas carreras de éxito– a formar parte de ese exigente programa,
desde el cual –y bajo la dirección de ProMéxico España– tuve la oportunidad
de lograr que el primer contenedor de plátano mexicano de la zona del Pacífico
ingresara a España. Al término del programa (1 año) algunos de mis colegas
fueron contratados por la empresa a la que apoyaron en sus procesos de
exportación, otros se fueron a la iniciativa privada, otros emprendieron por su
cuenta y otros fuimos contratados por ProMéxico. Puedo afirmar que, en un
auténtico ejercicio de meritocracia, ProMéxico reconoció el talento y los
esfuerzos de quienes comenzamos como voluntarios o practicantes y acabamos en
posiciones directivas en México o en el extranjero. Transcurrido un tiempo,
otros más osados decidimos decantarnos por las filas de la Secretaría de
Relaciones Exteriores, de la Secretaría de Economía o por participar en otras
tareas propias de la política exterior mexicana.
Sin
duda, ProMéxico –como cualquier institución– adolecía de muchas cosas y siempre
pudo ser mejor, pero no por ello se deben obviar sus prácticas organizacionales
destacables y que vale la pena mencionar: a mi juicio, su capital humano era de
primer nivel; gente con visión estratégica, orientada a resultados, sin los
vicios propios de las burocracias, acostumbrada a trabajar con horizontalidad y
en equipo. Contaba, además, con una gran plantilla de jóvenes –la media de edad
era de 30 años– y en algún momento hubo más mujeres que hombres al interior de
la institución. Todo ello llevó a ProMéxico a obtener, durante varios años
consecutivos, el distintivo “Great Place
to Work”[3].
La claridad en sus procesos y de sus directivos, hacían la toma de decisiones
más sencilla y acertada. La organización impoluta de sus eventos de promoción
hacía que las miradas se dirigieran hacia México en los foros internacionales
más importantes, y posicionaban a ProMéxico como un referente institucional.
Jamás México había tenido tanto protagonismo en escenarios de primer nivel
mundial como el World Economic Forum,
cuya organización estaba a cargo de este organismo. Lo mismo podría predicarse
de la presencia de México a través de sus pabellones institucionales en las
principales ferias y eventos comerciales en todo el mundo (Expo Zaragoza, Expo
Shanghái, Expo Milán, FITUR, Médica, Le Bourget Franbourough, Hannover Messe
entre muchos otros). ProMéxico era un claro ejemplo de que en el gobierno sí se
sabía y se podían hacer las cosas bien.
La
experiencia del personal que formaba parte de Bancomext, aportó en gran medida
al éxito de esa incipiente institución. Y, aunque poco se recuerda, en 2012
ProMéxico fue galardonada como la mejor agencia de promoción de inversiones en
el mundo por la creación de empleos de valor agregado[4]
y, en ese mismo año, sería reconocida también como la mejor agencia de promoción
comercial a nivel mundial,[5]
gracias al innovador Modelo de Acompañamiento a Compañías Trasnacionales en
México, que permitía generar importantes cadenas de valor en nuestro país.
En
ProMéxico también había prácticas organizacionales de avanzada muy destacables.
Se hacía un uso óptimo de las tecnologías de la información, trabajando con
programas informáticos que entonces resultaban innovadores (CRM, Sharepoint, etc.); se promovía el
cuidado al medio ambiente; se contaba con políticas que promovían la equidad de
género; los empleados gozábamos de prestaciones adecuadas, y las instalaciones
estaban a la altura de lo que supondría una institución dedicada a posicionar a
México en el mundo.
Fue
tal mi admiración hacia los procesos de ProMéxico y hacia su calidez humana,
que no puedo obviar el mencionar una experiencia personal que forjó mi futuro
profesional: cuando culminé mi programa de Practicantes en Negocios
Internacionales, fui recibido por el entonces Jefe de la Unidad de Promoción de
Inversiones y Negocios Internacionales, quien me invitó a colaborar en las
filas de ProMéxico tras aprobar los exámenes de reclutamiento y selección. Me solicitó
entrevistarme con el Director Ejecutivo de Promoción de Inversiones, quien,
como parte de su entrevista, me pidió explicarle mis objetivos de vida y
profesionales a largo plazo. No supe qué responder. Me concedió una semana para
pensar al respecto y me pidió volver, pues atinadamente me explicó que no
podría incorporarme a la institución si no sabía el rumbo profesional y de vida
que quería tomar. Cuando volví, le expliqué que mi objetivo profesional y de
vida sería incorporarme al Servicio Exterior Mexicano y, para mi sorpresa, me
comentó que entonces la institución intentaría encaminar mi desarrollo hacia
ese objetivo, independientemente de las funciones propias de mi puesto como
Subdirector de Proyectos de Inversión.
Nada
resultó más cierto, pues me turnaban el desahogo de los asuntos relacionados
con la actividad diplomática en materia de promoción de inversiones, al punto
que me fue encomendado coordinar lo relativo al entonces Dutch – Mexican Investment Council, Capítulo México, que había sido
impulsado por la Oficina de ProMéxico en los Países Bajos, entre muchos otros
proyectos que involucraban al cuerpo diplomático acreditado en México. Al poco
tiempo, me ofrecieron estar al frente de la Dirección para Europa, África y
Medio Oriente, desde la cual colaboré en los objetivos de la Dirección
Ejecutiva de Promoción Internacional. Proyectos icónicos como lograr la llegada
de la primera inversión africana a México o la entrada al país de reconocidas
empresas que de otro modo hoy difícilmente lo estarían –H&M, Audi, entre
otras–, fue uno de los más grandes privilegios que me dejó mi paso por esa
institución.
Todo
ello fue el logro de un equipo profesional y comprometido; de quienes
operábamos en el terreno y nos rasgamos la camiseta por tener un mejor país. La
misma camiseta que con entusiasmo nos pusimos cuando formamos parte de esa
institución. En esa coyuntura, destacó la labor de la Unidad de Inteligencia de
Negocios de ProMéxico –la única de nuestro país– y la participación de
funcionarios comprometidos de la Dirección General de Relaciones Económicas
Bilaterales y la Dirección General de Promoción Económica Internacional de la
AMEXCID, quienes fueron partícipes de ese éxito, pues se encargaban de alinear
las estrategias de promoción a las prioridades de la política exterior
mexicana.
A mi
paso por ProMéxico conocí ejecutivos y funcionarios especialmente valiosos.
Gracias a todos ellos, México ha logrado posicionarse como uno de los países
más atractivos para hacer negocios a nivel global. Desde los Directores
Generales –que, me consta, arrastraban el lápiz con todo el equipo–, los
Coordinadores Regionales en EE. UU y Europa, hasta las oficinas en el exterior,
se ejecutaba la estrategia de manera ejemplar en todos los niveles: la oficina
de ProMéxico en España era admirada por su capacidad de atraer inversión
extranjera, tan sólo por detrás de Estados Unidos, en donde se concentraba el
mayor número de oficinas. Me atrevo a afirmar que pocos mexicanos conocían
mejor la actividad económica de Europa Central y del Este, que nuestro entonces
director de ProMéxico Frankfurt; Centroamérica era un terreno virgen para
posicionar las exportaciones e inversiones mexicanas de la mano del Director de
ProMéxico en Guatemala; desde Italia, el Director de esa oficina gestionaba
visibles proyectos que no sólo se extendían por la península itálica, sino que
llegaban hasta Israel; mientras que el
Director de ProMéxico en los Emiratos Árabes y países adyacentes, advertía que
no se podían materializar negocios con esa región si no se generaban relaciones
personales al más alto nivel. Hoy tenemos un mercado Halal en el Medio Oriente; hoy México es el mayor inversionista en
Centroamérica; hoy la inversión mexicana en España es la más alta de su
historia; hoy México es reconocido por su importantísima presencia en el World Economic Forum; hoy México tiene
inversiones africanas en el sector automotriz; hoy México tiene un Consejo de
Negocios con Francia; hoy México tiene una Casa de México en España; hoy México
tiene reconocidísima presencia en FITUR, Le
Bourget, Franborough, Medica, Sweet and Snacks, etc.; hoy México tiene más relaciones con Asia y
Asia-Pacífico que nunca en su historia; hoy –como fue su objetivo– hay “Más
mundo en México y más México en el mundo”.
Gracias
a quienes pusieron su empeño para que hoy tengamos un mejor país. Recordaré
siempre y con especial cariño la sonrisa de Isabel, el ejemplo de Enrique, las
palabras de Jaime, la amistad de Guillermo, la visión de Laura, el liderazgo y
profesionalismo de Luis, la sabiduría de Pepo, la claridad de Víctor, el
carácter de Aymé, la disposición de Norberto, la sutileza de Jorge, la
tenacidad de Emilio, el amor de Marcela, el humor de Juanma, la locura de
Andrea, la risa de Michelle, la intensidad de Kirey, la ironía de Violeta, la
astucia de Mariana, la influencia de Gerardo, la cautela de Liliana, la
agilidad de Carlos, el temple de Alejandro, el trato de Isabel, el colmillo de
Marco, la curiosidad de Gaby, la cordialidad de Brenda, la pluma de Itziar, el ánimo
de Rubén, la experiencia de Laura, la dulzura de Ana, la fraternidad de
Alejandro, la tranquilidad de Chema, la destreza de Tere, la discreción de
Tato, la entrega incondicional de Ana y Lucy, el compromiso de Laura, el
cuidado de la Señora Carmen, la atención del Oficial Hernández, la sagacidad de
Carlos, la picardía de Luis, la innovación de Ricardo, la vitalidad de Claudia,
la paciencia de Karla, la lealtad de Diego, el apoyo de Marco, la seriedad de
Majo, la entrega de Nancy, la presencia de Luis, el cariño de Cristina, la
redacción de Lili, el carisma de Vane, la energía de Ana, la perspicacia de Lalo, el poder y la
genialidad de Ximena, la constancia de Memo, la iniciativa de Erwin, el empuje
de Fernanda, la capacidad de Alejandro, el sosiego de Andrés, la energía de
Mario, la ambición de Miguel, la lógica de Eduardo, los conocimientos de
Thelma, la inventiva de Juan, la dedicación de Lulú, la organización de Angie,
la valentía de Mildred, la amabilidad de Óscar, la gentileza de Roberta, la atención
de Eréndira, la gestión de Ana, la serenidad de Alfonso, la sensatez de Carlos
y el amor con el que, Antonio, Jorge y principalmente Bruno, fundaron la
institución.
Por
último, este agradecimiento también va para todos los voluntarios, becarios y
practicantes que tanto aportaron a la institución, tanto en México como en el
extranjero, y especialmente a quienes colaboraron conmigo: Kristine, Ricardo,
Lander, Luca, David y Gustavo.
Las
instituciones podrán transformarse, mutar o desaparecer, pero los resultados
son perpetuos. A todos quienes hicieron posible convertir a ProMéxico en una
historia de éxito, mi admiración y reconocimiento y, sobre todo, mi profundo
agradecimiento como mexicano.
*El autor fue funcionario de ProMéxico de
2009 a 2013 y se desempeñó, entre otros cargos, como Director para Europa,
África y Medio Oriente, en la Unidad de Promoción de Inversiones y Negocios
Internacionales de ese organismo. (www.linkedin.com/in/celisluis/)
[1]
ProMéxico. “Una década de promover a México en el mundo”, México, 2017. Pág.
52. Disponible en: http://www.promexico.gob.mx/documentos/biblioteca/10-aniversario-promexico.pdf
[3]
ProMéxico. “Una década de promover a México en el mundo”, México, 2017. Pág.
48. Disponible en: http://www.promexico.gob.mx/documentos/biblioteca/10-aniversario-promexico.pdf.
[4]
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. Entrega de
premios a organismos de promoción de inversiones, 2012. Disponible en: https://unctad.org/en/PublicationsLibrary/diae2012misc1_en.pdf.
[5] International Trade Center. Mexico
– Developing Country Award, 201. Disponible en: http://www.intracen.org/itc/events/tpo-network/2012/winners/.
Te felicito, muy bien escrito el artículo y me encantó la forma en que describes tu experiencia en la institución. Mencionar sólo los primeros nombres se me hizo muy buen detalle, los recuerdas pero no estás identificándolos completamente para los lectores. Seguro que fue Carlos Fuentes quien te entrevistó y te hizo pensar que es lo que querías hacer: Carlos, fue pieza fundamental de ProMéxico.
ResponderBorrarMuchas gracias por tu comentario. Fue un privilegio colaborar en esa institución y, coincido, Carlos Fuentes fue un gran amigo y pieza clave en la institución. En el artículo me refiero a Víctor O´Farrill, otro buen amigo y gran jefe. Él me hizo reflexionar en ese tema en particular. Saludos.
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