jueves, 14 de febrero de 2019

El inesperado devenir de una historia de éxito: ProMéxico

EL INESPERADO DEVENIR DE UNA HISTORIA DE ÉXITO: PROMÉXICO

Por: Luis Alberto Celis Mejía*

Este año comenzó con importantes cambios en la Administración Pública Federal. Uno de ellos fue el anuncio del cierre de ProMéxico, la agencia gubernamental mexicana encargada de la promoción del comercio exterior y la atracción inversión extranjera directa a México, así como de la internacionalización de empresas mexicanas en el extranjero.

La historia del México contemporáneo nos demandará –a posteriori– explicar y recordar qué fue ProMéxico, sus logros, sus virtudes, sus aciertos, y sus fallas. Sirvan estas líneas para ello, así como para hacer un bien merecido recordatorio y, ¿por qué no?, un homenaje a quienes en algún momento formaron parte de esa institución que, si la memoria es justa y el juicio objetivo, con todo y sus múltiples áreas de oportunidad, podrá recordarse como una de las instituciones de la Administración Pública Federal mejor concebidas, diseñadas y ejecutadas.

En un acierto político-económico estratégico, ProMéxico se creó durante 2007 bajo la figura de un fideicomiso público sectorizado a la Secretaría de Economía mexicana, cuya misión sería lograr incrementar los niveles de comercio e inversión a cifras jamás antes vistas en nuestro país. La misión fue exitosa al poco tiempo de su génesis[1] (para 2013 se habían generado alrededor de 300 proyectos de alto impacto, habían llegado más de 50 mil millones de dólares de inversión extranjera directa a nuestro país y se contribuyó a generar cerca de 60 mil empleos altamente calificados) pero, a once años de su creación, se determinó que debía desparecer. Cualquier decisión puede ser cuestionable, pero hay decisiones más cuestionables que otras; este es el caso la decisión que determinó cerrar ProMéxico.

Resulta especialmente complejo reunir tantas historias de éxito en una sola crónica, aunque, a decir verdad, era un ejercicio que había procrastinado. Comienzo por confesar que, aunque había escuchado de la existencia de ProMéxico, no fue sino hasta finales de 2008 cuando tuve mi primer acercamiento con su labor durante una exposición en clase de uno de mis alumnos de Negocios Internacionales. Tiempo después, un azaroso derrotero del destino me llevó a trabajar allí.

En 2009, mediante una inusual –y afortunada– práctica de reclutamiento gubernamental, recibí por correo electrónico un mensaje de la Oficina de ProMéxico en Madrid –ciudad en donde cursaba el doctorado en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales–, en búsqueda de personal para incorporarse a sus filas. En ese mismo año, comencé a colaborar en calidad de voluntario en esa institución, a la que entonces –por ignorancia generalizada hacia las instituciones de gobierno– le tenía poca fe. Mi experiencia burocrática era más bien incipiente, pues únicamente había tenido oportunidad de trabajar a un par de años en PEMEX, institución en donde “la grilla” era más un modus vivendi que un modus operandi. Para mi sorpresa, al poco tiempo esa poca fe hacia ProMéxico se convirtió en entusiasmo y lealtad institucional –rápidamente la institución lograba que su personal “se pusiera la camiseta”–, pues bastaron menos de 90 días para darme cuenta de que ProMéxico se salía del modelo burocrático-gubernamental, y del privilegio que suponía la tarea de hablar bien de mi país y difundir las actividades económicas destacables de México.

En manos de ProMéxico se encontraba la digna y alta responsabilidad de mostrarle al mundo la otra cara de la moneda sobre un México que –aunque se nos olvida con facilidad– también existe: el México moderno, el México de lo bien hecho, el México desarrollado, el México de gente trabajadora y orgullosa de su país, el México que todos queremos ver. Ese México de Denise Dresser que en El País de Uno[2] nos recuerda que “frente a las razones para perder la fe, están todas las razones para recuperarla”. Ese también era el México de ProMéxico, que se empeñó en vender impecablemente la imagen del país y sus ventajas competitivas. Era el encargado de dar las buenas noticias de un México que para el mundo daba más malas notas que buenas.

La entonces Directora de ProMéxico España me brindó la oportunidad de colaborar por más de medio año allí y de aprender de una excepcional conducción de diplomacia pública y económica. La bien lograda revista Negocios, distribuida por ProMéxico y con alance global, fue mi manual de estudio por varios meses y el equipo de esa oficina fue mi mentor por excelencia.

Posteriormente me incorporaría a un noble y admirable ejercicio de ingreso a ProMéxico: el programa de Practicantes en Negocios Internacionales 2010. Pese a mi formación jurídica, fui aceptado –junto con 30 brillantes colegas que luego harían de sus vidas auténticas carreras de éxito– a formar parte de ese exigente programa, desde el cual –y bajo la dirección ­de ­ProMéxico España– tuve la oportunidad de lograr que el primer contenedor de plátano mexicano de la zona del Pacífico ingresara a España. Al término del programa (1 año) algunos de mis colegas fueron contratados por la empresa a la que apoyaron en sus procesos de exportación, otros se fueron a la iniciativa privada, otros emprendieron por su cuenta y otros fuimos contratados por ProMéxico. Puedo afirmar que, en un auténtico ejercicio de meritocracia, ProMéxico reconoció el talento y los esfuerzos de quienes comenzamos como voluntarios o practicantes y acabamos en posiciones directivas en México o en el extranjero. Transcurrido un tiempo, otros más osados decidimos decantarnos por las filas de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de la Secretaría de Economía o por participar en otras tareas propias de la política exterior mexicana.

Sin duda, ProMéxico –como cualquier institución– adolecía de muchas cosas y siempre pudo ser mejor, pero no por ello se deben obviar sus prácticas organizacionales destacables y que vale la pena mencionar: a mi juicio, su capital humano era de primer nivel; gente con visión estratégica, orientada a resultados, sin los vicios propios de las burocracias, acostumbrada a trabajar con horizontalidad y en equipo. Contaba, además, con una gran plantilla de jóvenes –la media de edad era de 30 años– y en algún momento hubo más mujeres que hombres al interior de la institución. Todo ello llevó a ProMéxico a obtener, durante varios años consecutivos, el distintivo “Great Place to Work[3]. La claridad en sus procesos y de sus directivos, hacían la toma de decisiones más sencilla y acertada. La organización impoluta de sus eventos de promoción hacía que las miradas se dirigieran hacia México en los foros internacionales más importantes, y posicionaban a ProMéxico como un referente institucional. Jamás México había tenido tanto protagonismo en escenarios de primer nivel mundial como el World Economic Forum, cuya organización estaba a cargo de este organismo. Lo mismo podría predicarse de la presencia de México a través de sus pabellones institucionales en las principales ferias y eventos comerciales en todo el mundo (Expo Zaragoza, Expo Shanghái, Expo Milán, FITUR, Médica, Le Bourget Franbourough, Hannover Messe entre muchos otros). ProMéxico era un claro ejemplo de que en el gobierno sí se sabía y se podían hacer las cosas bien.

La experiencia del personal que formaba parte de Bancomext, aportó en gran medida al éxito de esa incipiente institución. Y, aunque poco se recuerda, en 2012 ProMéxico fue galardonada como la mejor agencia de promoción de inversiones en el mundo por la creación de empleos de valor agregado[4] y, en ese mismo año, sería reconocida también como la mejor agencia de promoción comercial a nivel mundial,[5] gracias al innovador Modelo de Acompañamiento a Compañías Trasnacionales en México, que permitía generar importantes cadenas de valor en nuestro país.

En ProMéxico también había prácticas organizacionales de avanzada muy destacables. Se hacía un uso óptimo de las tecnologías de la información, trabajando con programas informáticos que entonces resultaban innovadores (CRM, Sharepoint, etc.); se promovía el cuidado al medio ambiente; se contaba con políticas que promovían la equidad de género; los empleados gozábamos de prestaciones adecuadas, y las instalaciones estaban a la altura de lo que supondría una institución dedicada a posicionar a México en el mundo.

Fue tal mi admiración hacia los procesos de ProMéxico y hacia su calidez humana, que no puedo obviar el mencionar una experiencia personal que forjó mi futuro profesional: cuando culminé mi programa de Practicantes en Negocios Internacionales, fui recibido por el entonces Jefe de la Unidad de Promoción de Inversiones y Negocios Internacionales, quien me invitó a colaborar en las filas de ProMéxico tras aprobar los exámenes de reclutamiento y selección. Me solicitó entrevistarme con el Director Ejecutivo de Promoción de Inversiones, quien, como parte de su entrevista, me pidió explicarle mis objetivos de vida y profesionales a largo plazo. No supe qué responder. Me concedió una semana para pensar al respecto y me pidió volver, pues atinadamente me explicó que no podría incorporarme a la institución si no sabía el rumbo profesional y de vida que quería tomar. Cuando volví, le expliqué que mi objetivo profesional y de vida sería incorporarme al Servicio Exterior Mexicano y, para mi sorpresa, me comentó que entonces la institución intentaría encaminar mi desarrollo hacia ese objetivo, independientemente de las funciones propias de mi puesto como Subdirector de Proyectos de Inversión.

Nada resultó más cierto, pues me turnaban el desahogo de los asuntos relacionados con la actividad diplomática en materia de promoción de inversiones, al punto que me fue encomendado coordinar lo relativo al entonces Dutch – Mexican Investment Council, Capítulo México, que había sido impulsado por la Oficina de ProMéxico en los Países Bajos, entre muchos otros proyectos que involucraban al cuerpo diplomático acreditado en México. Al poco tiempo, me ofrecieron estar al frente de la Dirección para Europa, África y Medio Oriente, desde la cual colaboré en los objetivos de la Dirección Ejecutiva de Promoción Internacional. Proyectos icónicos como lograr la llegada de la primera inversión africana a México o la entrada al país de reconocidas empresas que de otro modo hoy difícilmente lo estarían –H&M, Audi, entre otras–, fue uno de los más grandes privilegios que me dejó mi paso por esa institución.

Todo ello fue el logro de un equipo profesional y comprometido; de quienes operábamos en el terreno y nos rasgamos la camiseta por tener un mejor país. La misma camiseta que con entusiasmo nos pusimos cuando formamos parte de esa institución. En esa coyuntura, destacó la labor de la Unidad de Inteligencia de Negocios de ProMéxico –la única de nuestro país– y la participación de funcionarios comprometidos de la Dirección General de Relaciones Económicas Bilaterales y la Dirección General de Promoción Económica Internacional de la AMEXCID, quienes fueron partícipes de ese éxito, pues se encargaban de alinear las estrategias de promoción a las prioridades de la política exterior mexicana.

A mi paso por ProMéxico conocí ejecutivos y funcionarios especialmente valiosos. Gracias a todos ellos, México ha logrado posicionarse como uno de los países más atractivos para hacer negocios a nivel global. Desde los Directores Generales –que, me consta, arrastraban el lápiz con todo el equipo–, los Coordinadores Regionales en EE. UU y Europa, hasta las oficinas en el exterior, se ejecutaba la estrategia de manera ejemplar en todos los niveles: la oficina de ProMéxico en España era admirada por su capacidad de atraer inversión extranjera, tan sólo por detrás de Estados Unidos, en donde se concentraba el mayor número de oficinas. Me atrevo a afirmar que pocos mexicanos conocían mejor la actividad económica de Europa Central y del Este, que nuestro entonces director de ProMéxico Frankfurt; Centroamérica era un terreno virgen para posicionar las exportaciones e inversiones mexicanas de la mano del Director de ProMéxico en Guatemala; desde Italia, el Director de esa oficina gestionaba visibles proyectos que no sólo se extendían por la península itálica, sino que llegaban  hasta Israel; mientras que el Director de ProMéxico en los Emiratos Árabes y países adyacentes, advertía que no se podían materializar negocios con esa región si no se generaban relaciones personales al más alto nivel. Hoy tenemos un mercado Halal en el Medio Oriente; hoy México es el mayor inversionista en Centroamérica; hoy la inversión mexicana en España es la más alta de su historia; hoy México es reconocido por su importantísima presencia en el World Economic Forum; hoy México tiene inversiones africanas en el sector automotriz; hoy México tiene un Consejo de Negocios con Francia; hoy México tiene una Casa de México en España; hoy México tiene reconocidísima presencia en FITUR, Le Bourget, Franborough, Medica, Sweet and Snacks, etc.; hoy México tiene más relaciones con Asia y Asia-Pacífico que nunca en su historia; hoy –como fue su objetivo– hay “Más mundo en México y más México en el mundo”.

Gracias a quienes pusieron su empeño para que hoy tengamos un mejor país. Recordaré siempre y con especial cariño la sonrisa de Isabel, el ejemplo de Enrique, las palabras de Jaime, la amistad de Guillermo, la visión de Laura, el liderazgo y profesionalismo de Luis, la sabiduría de Pepo, la claridad de Víctor, el carácter de Aymé, la disposición de Norberto, la sutileza de Jorge, la tenacidad de Emilio, el amor de Marcela, el humor de Juanma, la locura de Andrea, la risa de Michelle, la intensidad de Kirey, la ironía de Violeta, la astucia de Mariana, la influencia de Gerardo, la cautela de Liliana, la agilidad de Carlos, el temple de Alejandro, el trato de Isabel, el colmillo de Marco, la curiosidad de Gaby, la cordialidad de Brenda, la pluma de Itziar, el ánimo de Rubén, la experiencia de Laura, la dulzura de Ana, la fraternidad de Alejandro, la tranquilidad de Chema, la destreza de Tere, la discreción de Tato, la entrega incondicional de Ana y Lucy, el compromiso de Laura, el cuidado de la Señora Carmen, la atención del Oficial Hernández, la sagacidad de Carlos, la picardía de Luis, la innovación de Ricardo, la vitalidad de Claudia, la paciencia de Karla, la lealtad de Diego, el apoyo de Marco, la seriedad de Majo, la entrega de Nancy, la presencia de Luis, el cariño de Cristina, la redacción de Lili, el carisma de Vane, la energía de Ana,  la perspicacia de Lalo, el poder y la genialidad de Ximena, la constancia de Memo, la iniciativa de Erwin, el empuje de Fernanda, la capacidad de Alejandro, el sosiego de Andrés, la energía de Mario, la ambición de Miguel, la lógica de Eduardo, los conocimientos de Thelma, la inventiva de Juan, la dedicación de Lulú, la organización de Angie, la valentía de Mildred, la amabilidad de Óscar, la gentileza de Roberta, la atención de Eréndira, la gestión de Ana, la serenidad de Alfonso, la sensatez de Carlos y el amor con el que, Antonio, Jorge y principalmente Bruno, fundaron la institución.

Por último, este agradecimiento también va para todos los voluntarios, becarios y practicantes que tanto aportaron a la institución, tanto en México como en el extranjero, y especialmente a quienes colaboraron conmigo: Kristine, Ricardo, Lander, Luca, David y Gustavo.

​Las instituciones podrán transformarse, mutar o desaparecer, pero los resultados son perpetuos. A todos quienes hicieron posible convertir a ProMéxico en una historia de éxito, mi admiración y reconocimiento y, sobre todo, mi profundo agradecimiento como mexicano.

*El autor fue funcionario de ProMéxico de 2009 a 2013 y se desempeñó, entre otros cargos, como Director para Europa, África y Medio Oriente, en la Unidad de Promoción de Inversiones y Negocios Internacionales de ese organismo. (www.linkedin.com/in/celisluis/)




[1] ProMéxico. “Una década de promover a México en el mundo”, México, 2017. Pág. 52. Disponible en: http://www.promexico.gob.mx/documentos/biblioteca/10-aniversario-promexico.pdf
[2]  Dresser, D. El País de Uno. Periódico Reforma. México, 3 de enero de 2005.
[3] ProMéxico. “Una década de promover a México en el mundo”, México, 2017. Pág. 48. Disponible en: http://www.promexico.gob.mx/documentos/biblioteca/10-aniversario-promexico.pdf.
[4] Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. Entrega de premios a organismos de promoción de inversiones, 2012. Disponible en: https://unctad.org/en/PublicationsLibrary/diae2012misc1_en.pdf.
[5] International Trade Center. Mexico – Developing Country Award, 201. Disponible en: http://www.intracen.org/itc/events/tpo-network/2012/winners/.

2 comentarios:

  1. Te felicito, muy bien escrito el artículo y me encantó la forma en que describes tu experiencia en la institución. Mencionar sólo los primeros nombres se me hizo muy buen detalle, los recuerdas pero no estás identificándolos completamente para los lectores. Seguro que fue Carlos Fuentes quien te entrevistó y te hizo pensar que es lo que querías hacer: Carlos, fue pieza fundamental de ProMéxico.

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  2. Muchas gracias por tu comentario. Fue un privilegio colaborar en esa institución y, coincido, Carlos Fuentes fue un gran amigo y pieza clave en la institución. En el artículo me refiero a Víctor O´Farrill, otro buen amigo y gran jefe. Él me hizo reflexionar en ese tema en particular. Saludos.

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