lunes, 23 de mayo de 2022

Capote mexicano y justicia en Las Ventas

 CAPOTE MEXICANO Y JUSTICIA EN LAS VENTAS

Por: Luis Celis y Bernardo Rodríguez


Es sorprendente que se olvide con facilidad que una faena se compone de cinco suertes, a saber: suerte de capote, suerte de varas, suerte de banderillas, suerte de muleta y suerte suprema. 

Que lo ignore -o que lo olvide- un aficionado ordinario, -advenedizo como yo (Luis)- tiene sentido; pero que lo olviden los avezados en la tauromaquia me resulta por lo menos, increíble, sino es que frustrante.

La corrida de ayer fue buena. El Fandi hizo lo suyo, compartiendo con sus homólogos lo que más lo caracteriza: las banderillas. Escribano le colocó un par al  tercero de la tarde con particular elegancia y, en su segundo -aunque con ausencia de suerte de capote- ejecutó con gallardía la muleta y la suprema. Leo Valadez, torero mexicano que volvió a España tras años de ausencia, tuvo una tarde memorable: el hidrocálido confirmó su alternativa e hizo lucir, con dignidad, el toreo al estilo mexicano.

Manchego, el primer toro de la tarde, un colorado de Torrealta, fue recibido con elegantes chicuelinas y un par de gaoneras que hicieron que la plaza vibrara desde los primeros embistes, que se repitieron con dureza ante los caballos en suerte de varas. Colocó con alegría 5 de las 6 banderillas y, tras lucir avispado con la muleta, remató con una fulminante suerte suprema que hizo doblar al toro en menos de diez segundos, consecuencia de un estoque bien puesto. La plaza, emocionada, pidió premio. A nuestro lado decían que no era petición mayoritaria, aunque la realidad es que un 60% o 70% de los aficionados la pedían. Era claro que en un emblemático coloso como Las Ventas, en donde además -y para bien- no suelen malbaratarse los premios, el Juez no iba a ceder ante la presión y no le daría una oreja al primero de la tarde y, además, tratándose de un torero no español; la vara se suele poner aún más alta. Pareció una buena decisión no dársela, pues así pondría un poco de presión sobre el resto y, honestamente, tuvo ese éxito. Primer acierto del juez de plaza.

Escribano y el Fandi, diestros con las banderillas, no hicieron lucir el capote como lo hizo el mexicano. Por el contrario, tuvieron faenas bastante accidentadas en las que los pitones inclusive rifaron el lienzo color rosa mexicano en el anverso y amarillo en el reverso. El llamado fucsia en España y conocido como rosa mexicano en el resto del mundo, lleva ese nombre con sobrada razón, pues -como siempre lo he pensado y se lo externo a mi amigo Bernardo y coautor de este artículo- nadie ejecuta mejor la suerte de capote que los mexicanos. Con un toque elegante y a veces hasta folclórico, la suerte de capote se valora y se disfruta con ahínco en La Monumental Plaza México. El propio Juli le debe al capote su reconocimiento por parte de la afición mexicana, pues desde sus 17 años se ganó el cariño de “La Monu” con sus espectaculares verónicas, navarras, tomasinas y otros lances como las zapopinas o lopecinas, que son muy bien apreciados por españoles y mexicanos.

La ejecución del capote en Las Ventas es posiblemente la suerte que me genera mayor contraste, pues ni las otras diferencias en los reglamentos del toreo entre México y España resultan tan evidentes. Van varias faenas en las que hemos observado que el primer tercio tiene muy pocos, o aveces nulos, quites de capote. 

En el quinto de la tarde, por ejemplo, el público pidió oreja para Escribano. Ejecutó bien con la muleta y con el estoque pero, repito, no hubo capote. Por eso, este par de mexicanos que escriben esta crónica, tuvieron la osadía de ganarse la enemistad de los de alrededor al vociferar que si Valadez no había merecido oreja en el primero, Escribano tampoco la merecía en el quinto. Segundo gran acierto del juez al no concederla.  No nos miraron amablemente nuestros compañeros del tendido 10, durante la muy merecida vuelta al ruedo de Valadez que aplaudimos con enjundia, como debe ser. Salió a relucir nuestra vena  mexicana y, ¿cómo no?, si somos mexicanos orgullosos y -en mi muy particular caso (Luis)- si no apoyo a mis compatriotas en donde estoy destinado como parte de mi misión, entonces mejor me dedico a otra cosa.

La intervención de Valadez se volvió particularmente relevante el pasado 22 de mayo. Si bien la valentía de Escribano se hizo presente al recibir a sus dos contrincantes a porta gayola, la destreza del mexicano con el capote cautivó con espectaculares zapopinas al público que apoyaba los “Viva Aguscalientesn” que se escuchaban en Sol y en Sombra en su segundo toro; sexto de la tarde.  Ni el quejumbroso tendido 7 puso reparos ante la actuación de Valadez, aunque hoy se hayan leído varías críticas negativas a la faena del hidrocálido. Si ya su primer lidia pudo haber sido merecedora de premio, esta segunda pintaba bien para conseguir el premio que no le había sido concedido.

Con un jabonero peligroso y saltarín, la muleta iba bien pero no lucía si el toro no humillaba. Valadez estaba toreando cerca; muy cerca. Tanto que acabó siendo cogido por un pitón que -para su suerte- solo zangoloteó al matador y rasgó su indumentaria. Pudo ser fatal. 

Tras el golpazo, que fue muy vistoso, Leo se puso de pie y continuó toreando. En una serie de pases desafiantes, llenos de ira pero también de talento, el toro fue a más. Humillaba y acudía, al tiempo que le permitía lucir a Valadez. Finalmente, tras una serie más, se acercó por el estoque mientras caminaba con naturalidad, como si la emoción le hiciera olvidarse de sus heridas y ejecutó la última suerte con efectividad. Un toro que tardó más que su primero en doblar y que, una vez que lo hizo, el público se volcó en aplausos y pidió un premio. 

El juez, exigente desde el principio, se rehusaba a otorgar el premio. Estaba claro que el mexicano había ganado la tarde, pero reconocerlo en Las Ventas siempre cuesta un poco más. Y por eso otorgó la merecida oreja casi a punto de que las mulas comenzaran el arrastre. El premio, más merecido por las buenas ejecuciones que por el hecho de que haya sido cogido, fue el corolario de una tarde variopinta en la que al mexicano se le veía francamente emocionado. 

Con humildad, dio la vuelta al ruedo con un par de banderas de México que le regaló el público. Mientras se me enchinaba la piel y me contenía las ganas de cantar el Cielito Lindo, Bernardo me decía que le agradaba que fuera un torero sencillo y no hubiera exagerado con las banderas mexicanas que le fueron obsequiadas. No ofendió ni demostró con su conducta lo que sus actos sí lo hicieron en el ruedo. Salió caminando como el triunfador, mientras comentaba con los de mi lado sobre mi emoción y sobre lo que hemos pensado de manera consistente: el capote es una suerte que se les da bien a los mexicanos, la hacen lucir y eso debería valorarse. 

Contrario las criticas vertidas, la oreja que Valadez cortó no se debe a que haya sido lastimado por su lidiado, sino a su talento que puso en práctica en la plaza más importante del mundo. Valadez se fue con un triunfo que el juez le vendió caro. Un juez justo, exigente, pero que supo valorar en su debida dimensión las suertes de un joven torero mexicano, especialmente la del capote; la del capote mexicano.


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