Columna publicada en El Sol de México el 16 de febrero de 2022.
EL BUQUE CUAUHTÉMOC Y LA IMAGEN DE MÉXICO
Desde 1982, el Buque Cuauhtémoc de la Armada de
México, destinado a navegar por el mundo para exaltar el espíritu marinero de los
cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar e instruirlos en el arte de la
navegación, ha recorrido cerca de 800 mil millas náuticas en sus casi 40 años
de vida, llevando un mensaje de buena voluntad y fraternidad. Con cinco vueltas
alrededor del mundo y habiendo navegado en las costas de más de un centenar de
países, este barco insignia de nuestra nación es una de las más poderosas
herramientas de promoción de la imagen de México con las que contamos:
Cada vez que el Cuauhtémoc arriba a un puerto,
el velero -conocido con toda razón como “Embajador y Caballero de los Mares”-, es
sede de diversas actividades protocolarias a bordo (encabezadas por embajadores
o cónsules) y que ayudan a posicionar la buena imagen de nuestro país. En tales
actividades, se reúnen en un mismo espacio al menos tres rasgos nacionales que
nos dotan de la mayor identidad: la calidez en el trato (típica de los
mexicanos) mediante la cordialidad de sus tripulantes al recibir visitantes, la
gastronomía mexicana y la música del Mariachi (estos dos últimos considerados
por la UNESCO como “patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad”), lo que lo
convierte en un foro exclusivo y de características únicas para la promoción
cultural, turística, gastronómica, y hasta de poder suave de México, pues ha
fungido -inclusive- como escaparate para promover votos en favor de iniciativas
y candidaturas de México ante organismos internacionales. Nada menos, el año
pasado, la figura estelar de la participación de México en la Expo Dubái 2020
fue justamente la llegada del Cuauhtémoc a ese lejano país, al que nunca había
arribado.
Durante este crucero de instrucción (que aún no
concluye) ha visitado los puertos de Cozumel, Norfolk, Cádiz, Dubái, La Valeta,
Barcelona, Valencia y Tenerife. También en esta ocasión, por primera vez, el
velero viajó con personal de la Secretaría de Relaciones Exteriores a bordo,
siendo el autor el segundo civil en hacerlo, por lo que -de primera mano- puedo
dar fe de que el Cuauhtémoc ha sido y es, sin duda, un pabellón flotante de la
imagen de México por las aguas en las que navega y los puertos a los que
arriba.
La Secretaría de Relaciones Exteriores y la
Secretaría de Marina identificaron esta fortaleza y, por primera vez también,
decidieron trabajar de la mano para dar visibilidad -de manera conjunta- a lo
mejor de México. Tuvieron que pasar 200 años -los mismos que tienen de
existencia ambas dependencias- para que se pudiera detonar esta amplísima oportunidad
de colaboración interinstitucional. Fue un honor haber sido parte de este
primer ejercicio de hermanamiento entre dos instituciones de la mayor
excelencia, prestigio y orgullo nacional y, por 35 días a bordo, ser testigo de
lo bien hecho en México, del honor, del deber, de la lealtad y del patriotismo que
caracteriza a su tripulación.
El Cuauhtémoc es, sin duda, una muestra de
disciplina, del buen trabajo y de la esencia de los mexicanos. Sus oficiales
son diestros, sus tripulantes entregados, y sus cadetes ejemplares. Es un
orgullo de México, una poderosa herramienta de promoción de la imagen de
nuestro país y una auténtica insignia nacional.
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