martes, 15 de noviembre de 2022

I. Reencuentros | Memorias del Cuauhtémoc

15 de noviembre de 2021


Hoy empezó esta gran aventura. Volví a emocionarme, a ilusionarme, a navegar. Y lo digo en el más amplio de los sentidos…


No he parado de recorrer el barco de popa a proa no menos de 10 veces y estoy ansioso de entender todo lo qué aquí pasa.


Menos mal que los Tenientes Caña y López Ruiz fueron sumamente pacientes para explicarme mis múltiples preguntas sobre navegación. El puente y el magistral (donde están los controles y se  lleva el mando) serán mis lugares predilectos. Sin embargo el área de la proa (en donde habita el personal de clases y marinería) no deja de encantarme aunque ahí no nos enteremos de nada de lo que sucede en popa y en donde se decide el destino de este bajel.


Tras el fiestón de ayer a bordo del barco (recepción para autoridades y empresarios por ExpoDubái), dormí apenas 4 horas en mi primer dia, pero descansé como si hubiese sido un ciclo completo de 8. Creo que la mar arrulla. Eso de haber organizado la recepción un día antes zarpar y que esa haya sido mi primera noche en el camarote, sin duda pesa… 


A las 6 se levantó mi compañero de camarote, el teniente Clara, jefe de cocina. A pesar de que mi vida (comida, trabajo, ocio, etc) la hago en popa, con los oficiales, nada me parece más divertido que me hayan puesto en un camarote de oficiales de proa. Eso me da chance de conocer toda la vida del barco y eso es un privilegio. Popa no sale a proa y viceversa. Así que hasta en eso soy afortunado. Podré convivir con el personal  de marinería y con los cadetes y hasta comer o pasar ratos de ocio con todos ellos. No todos verían este hecho con buenos ojos pero yo sí…. También soy todo terreno.


Hoy también fue un gran día, me reencontré con las aguas, con los barcos, con Tuxpan, con mi papá. No pude evitar pensar que sus cenizas las arrojamos al rio de Tuxpan a bordo de un bote, y esto seguro que algo tuvo que ver en que yo estuviera aquí. Lo puedo oler, lo puedo sentir, en cada campanada, en cada silbato que da órdenes, en cada sonido de la estampida del oleaje contra el casco del buque.


Hoy también fue un día de ver, saber y reafirmar. Ninguna despedida es tan dura como la despedida de un barco, con la nostalgia que produce un muelle y un adiós que se desvanece lentamente con aguas de por medio. Mamá estuvo allí, como siempre.  Me despidió sola, pero con mi papá a su lado, también allí lo pude sentir. Viendo a su hijo partir en un buque naval, acompañada de una embajadora y un cónsul de México en un país tan extraño como ajeno, y con una bandera de México en su mano. Una escena nunca imaginada por mi y mucho menos por ella. Me dio la bendición y me fui. Me llevó mi guitarra, mis cigarros y un adaptador de enchufes. La despedida me recordó que de manera directa ella solo me tiene a mi y yo solo la tengo a ella. Lo demás son relaciones cercanas, cercanísimas quizás, pero no directas.


Ni el desvelo de ayer hizo mella en mi ilusión. Tras la deliciosa comida servida en la cámara de oficiales (popa), descansé 20 minutos que me parecieron dos horas. Desperté y subí a cubierta y tras disfrutar del barco como si fuera un bote propio y actuar cual niño preguntón con adultos, aproveché el ímpetu de la euforia de un primerizo a bordo para hacer ejercicio por 40 minutos. 


Reafirmé que de alguna manera, sin decirlo, mis mejores amigos como Pupilo y Raúl se hicieron presentes entre ayer y hoy. Paul también, a su manera, con una llamada perdida que no insistió y que tampoco se convirtió en mensaje pero que me dijo todo lo que que yo sé que me diría.


Y otros más que de manera directa me desearon con sus palabras un buen viaje. Sergio me habló en plural, y ya me dice que Albert es como nuestro hijo. Vaya fortuna de Albert de tener dos papás como nosotros…


Y Bernardo, que despidió a los cadetes en Cádiz y no me despidió a mi en Dubái (aunque estuvo cerca de hacerlo) hizo algo maravilloso…  con un sentido más bien poético que le desconocía (si es que algo aún le desconozco), me escribió un mensaje sensato que seguro me tuvo a mi como inspiración y a un par de whiskeys como herramienta… lo cierto es que con él he compartido más que con nadie esta experiencia náutica y por eso en la cubierta, en el mariachi, en la guitarra, en las duelas del barco, en los cadetes, en los capitanes, en la sala de almirantes, en las fotografías, es como si Bernardo estuviera a bordo. Mi amigo va conmigo, navegando, cabalgando, y haciendo camino al andar, o al navegar. Por eso es el Diplomatic Cadet.  


Morad, buen amigo, también me escribió, y eso me recordó que Pepe y Joaquín lo hicieron antes de irme a Dubái. Joaco me llamó un par de veces sin éxito porque en Dubái no se permiten llamadas de WhatsApp. Y ninguno de ellos faltó a mi despedida.  


Hoy, también, fue mi primer día sin tabaco ni alcohol luego de meses, o años.  Por eso decidí correr y hacer ejercicio por 40 minutos. Sabía que si no aprovechaba esa motivación hoy qué tan emocionado estoy, quizá mañana tampoco lo haría, marcando así mi rutina y mi futuro en el viaje. 


Lo nuevo, lo bonito, el mar, el ocaso, el buen ambiente… todo me encanta. Ni los inconvenientes propios de un buque militar con casi 40 años de antigüedad me han hecho dudar o sentirme incómodo. Para mi este barco es mi yate personal, el velero en el que recorreré mi propia travesía. Y todos quienes me lean están invitados a recorrerla conmigo…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

IV. Insane | Memorias a bordo del Cuauhtémoc

  19 de noviembre   Quinto día y me he sentido bien conmigo. Haciendo mucho ejercicio. Un poco cansado y dolorido pero cada vez más acostumb...